
La fiesta era ya todo un festival, personajes de toda cuentolandia estaban dentro de la fiesta. No falto quien en un ratito improvisara para tocar al estilo unplugged. Ahí, se encontraba un par de integrantes del grupo Café Tacvba, a estos les encantaba el fandango, pues la banda tocaba rock.
Un colado que no podía faltar era el gordolobo feroz, que se puso a bailar con Diana. Este viejo lobo se pensaba merendar a la cazadora, trataba de cansarla y marearla para su propósito pero el obeso personaje no le aguanto el paso a la diestra cazadora que obviamente ya sabía de las mañas del gordolobo feroz. Diana brindaba con gran alegría, pero el hambriento carnívoro seguía y seguía intentando, así si después de la última botella Diana diera el mal paso directo a sus garras y enormes dientes, sin duda así como habían caído sus otras victimas.

La Diva de cuentolandia mejor conocida como Rapunzel se digno en bajar de su torre, decidió tirar la polilla y sacudir su abundante melena. Las noches de luna llena eran muy románticas y su sueño de encontrar un apuesto príncipe en la gran pachanga de la casa del gnomo podría ser su oportunidad. El caballero de armadura metálica quedó verdaderamente sorprendido en cuanto entro Rapunzel y no dudo ni un segundo en invitarle a bailar. El baboso caballero se acerco para pedir la mano y llevarla al centro de la pista no podía contener tanta belleza en sus ojos aunque había escuchado ya de ella en algunas ocasiones.
Los invitados de los invitados y amigos cercanos al gnomo visitaron la casa al ver tremenda pachanga no dudaron en invitar a más amigos.

A muchos les daba por igual pues sabían que el gnomo aparecería de un momento a otro no tenía otro lugar a donde ir y sabían que su adoración eran las cebollas. No falto quien opinara que había muerto en algún accidente al llevar sus pedidos de cebollas. Y ese era el amigo gruñón.
De antemano se sabía que el gnomo había hurtado el arco de una cazadora de gran valor y que quizás había quedado loco desquiciado o subnormal al cobrar una fortuna después de vender el dichoso arco, pues se decía por ahí muchas cosas sobre el valor de ese artefacto. Sin embargo el amigo gruñón que era quien contaba las infaustas cosas no se movió de la fiesta, aunque lo único que a él le agradaba era refunfuñar y refunfuñar.
Vicentico no se imaginaba de la gran fiesta que habían organizado ese par de personajes y se la pasaba pensando de que manera podría llegar a su adorado sembradio de cebollas.
Eran ya tres días después de aquella gran tormenta en la que los caminos no se podían cruzar rumbo a la casa del gnomo. Muchos de los que intentaban sólo llegaban al borde y desde allí se regresaban con las malas noticias de que nadie podía pasar.
Vicentico no se imaginaba de la gran fiesta que habían organizado ese par de personajes y se la pasaba pensando de que manera podría llegar a su adorado sembradio de cebollas.
Eran ya tres días después de aquella gran tormenta en la que los caminos no se podían cruzar rumbo a la casa del gnomo. Muchos de los que intentaban sólo llegaban al borde y desde allí se regresaban con las malas noticias de que nadie podía pasar.

Vicentico iba de un lado a otro del pueblo mientras que la compañía de reconstrucción reparaba los daños a los caminos y puentes.
En un día de suerte encontró a un grupo de aventureros motociclistas que decidieron quedarse para conocer algunas costumbres del pueblo, de todos modos eran aventureros. A el gnomo le brillaron los ojos en cuanto vio las motos. Se dirigió al líder del grupo le contó su enorme tragedia y se ajusto con el precio para poder comprarle una motocross, pues el pago de su entrega de cebollas le dío la chance de hacer la compra.
El plan de Vicentico era rodear cuentolandia, saliendo por detrás del pueblo donde se encontraba. La angustia del gnomo eran sus adoradas cebollas él pensaba que también la lluvia había hecho estragos en el sembradio y que encontraría todo inundado ya hasta podía ver a las pobrecitas cebollas flotando ahogadas y perdidas por todo el campo de cultivo. La verdad era todo lo contrario a las cebollas no les había caído la más mínima gota de agua para riego. La esperanza del gnomo era lo único que lo mantenía de pie.
Vicentico sabía que en cuanto llegara a su humilde campo haría todo lo posible por salvar el sembradio.
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