lunes, 29 de agosto de 2011

Vicentico "Una vendedora de manzanas" Capítulo XIII.

Mientras la fiesta continuaba, se colaban personajes que entraban y salían y no podían faltar los vendedores ambulantes, que con su pregonar se abrían paso entre la gente de la fiesta.





Woodstock o Lollapalooza eran lo semejante a tan desbordada fiesta.





Al gordolobo feroz la cruda realidad ya lo tenía con dolor de cabeza y mucha hambre y opto por ir a husmear en los rincones de la casa del gnomo, pero no encontró más que puras cebollas. El intento de merendarce a la cazadora fue totalmente un fracaso.





Había vendedores de todo tipo, con sus carritos y otros que se tendian en el piso, vendiendo el llavero, la taza, el poster, la camiseta, la calcomanía, la gorra, la chamarra, la pulsera, los vasos y hasta el termo para la oficina.





El gordolobo feroz se acerco a un par de niños pretendiendo comérselos. Los niños eran un par de regordetes y jugosos gemelos que venían de un país llamado las "MARAVILLAS" estos niños vieron las negras intenciones en los enormes y profundos ojos del feroz gordolobo. Entre el acá y el allá el gordolobo abrió sus fauces para deborace al par de niñitos regordetes que venía persiguiendo desde ya unas cuantas horas. Los niños en sus bolsillos traían unos dulces en forma de goma de mascar.





Cuando sintieron cerca los enormes dientes, sacaron los chiclets motita y se los arrojaron dentro del enorme hocico del gordolobo feroz. Esto sirvió para que los niños salieran corriendo lejos del peligro. La sustancía alucinante dejó fuera de combate y muy psicodelico al feroz gordolobo que cantaba "Buffalo soldier" de Bob Marley con muy buen ritmo jamaiquino. Con el hocico babeante y atiborrado de chiclets motita el gordolobo fue a parar casi a las afueras de la fiesta. Cuando después de muchas horas pudo salir del pscodelico viaje en lo único que él pensaba era comida. Fue así como a lo lejos escucho la voz de una dulce viejecita que vendía manzanas, viendo que se acercaba más y más el gordolobo corrio como pudo moviendo la cola como perro fiel y con una mirada conmovedora a las faldas de la dulce viejecita. Obviamente el gordolobo tenía las mejores intenciones de comerse a la viejecita, un poco de carroña no le caería mal, pues pensaba que sería algo que no implicaría mucho esfuerzo para el feroz y hambriento carnívoro.






viernes, 19 de agosto de 2011

Vicentico "Y la banda toca Rock" Capítulo XII.









La fiesta era ya todo un festival, personajes de toda cuentolandia estaban dentro de la fiesta. No falto quien en un ratito improvisara para tocar al estilo unplugged. Ahí, se encontraba un par de integrantes del grupo Café Tacvba, a estos les encantaba el fandango, pues la banda tocaba rock.






Un colado que no podía faltar era el gordolobo feroz, que se puso a bailar con Diana. Este viejo lobo se pensaba merendar a la cazadora, trataba de cansarla y marearla para su propósito pero el obeso personaje no le aguanto el paso a la diestra cazadora que obviamente ya sabía de las mañas del gordolobo feroz. Diana brindaba con gran alegría, pero el hambriento carnívoro seguía y seguía intentando, así si después de la última botella Diana diera el mal paso directo a sus garras y enormes dientes, sin duda así como habían caído sus otras victimas.
















La Diva de cuentolandia mejor conocida como Rapunzel se digno en bajar de su torre, decidió tirar la polilla y sacudir su abundante melena. Las noches de luna llena eran muy románticas y su sueño de encontrar un apuesto príncipe en la gran pachanga de la casa del gnomo podría ser su oportunidad. El caballero de armadura metálica quedó verdaderamente sorprendido en cuanto entro Rapunzel y no dudo ni un segundo en invitarle a bailar. El baboso caballero se acerco para pedir la mano y llevarla al centro de la pista no podía contener tanta belleza en sus ojos aunque había escuchado ya de ella en algunas ocasiones.




Los invitados de los invitados y amigos cercanos al gnomo visitaron la casa al ver tremenda pachanga no dudaron en invitar a más amigos.


La fiesta llevaba ya tres días y los invitados entraban y salían. Muchos con la buena vibra de estar en la fiesta del gnomo pero muchos notaron que en la casa no se encontraba Vicentico.







A muchos les daba por igual pues sabían que el gnomo aparecería de un momento a otro no tenía otro lugar a donde ir y sabían que su adoración eran las cebollas. No falto quien opinara que había muerto en algún accidente al llevar sus pedidos de cebollas. Y ese era el amigo gruñón.





De antemano se sabía que el gnomo había hurtado el arco de una cazadora de gran valor y que quizás había quedado loco desquiciado o subnormal al cobrar una fortuna después de vender el dichoso arco, pues se decía por ahí muchas cosas sobre el valor de ese artefacto. Sin embargo el amigo gruñón que era quien contaba las infaustas cosas no se movió de la fiesta, aunque lo único que a él le agradaba era refunfuñar y refunfuñar.

Vicentico no se imaginaba de la gran fiesta que habían organizado ese par de personajes y se la pasaba pensando de que manera podría llegar a su adorado sembradio de cebollas.
Eran ya tres días después de aquella gran tormenta en la que los caminos no se podían cruzar rumbo a la casa del gnomo. Muchos de los que intentaban sólo llegaban al borde y desde allí se regresaban con las malas noticias de que nadie podía pasar.










Vicentico iba de un lado a otro del pueblo mientras que la compañía de reconstrucción reparaba los daños a los caminos y puentes.







En un día de suerte encontró a un grupo de aventureros motociclistas que decidieron quedarse para conocer algunas costumbres del pueblo, de todos modos eran aventureros. A el gnomo le brillaron los ojos en cuanto vio las motos. Se dirigió al líder del grupo le contó su enorme tragedia y se ajusto con el precio para poder comprarle una motocross, pues el pago de su entrega de cebollas le dío la chance de hacer la compra.



El plan de Vicentico era rodear cuentolandia, saliendo por detrás del pueblo donde se encontraba. La angustia del gnomo eran sus adoradas cebollas él pensaba que también la lluvia había hecho estragos en el sembradio y que encontraría todo inundado ya hasta podía ver a las pobrecitas cebollas flotando ahogadas y perdidas por todo el campo de cultivo. La verdad era todo lo contrario a las cebollas no les había caído la más mínima gota de agua para riego. La esperanza del gnomo era lo único que lo mantenía de pie.



Vicentico sabía que en cuanto llegara a su humilde campo haría todo lo posible por salvar el sembradio.