martes, 14 de febrero de 2012

Vicentico "El Genio de Diana hace efecto" Capítulo XXII.


Diana desempolvo ansiosamente la lata de refresco de cola y cuando se escucho el clic de lata empezó a salir un espeso humo color azul violeta, era más que el acostumbrado gas que contienen las bebidas enlatadas. Al ritmo del famoso Can Can música que salía con el espeso humo Diana soltó de inmediato la estrujante lata que se movía por si sola. Dando unos pasos atrás y con los ojos bien abiertos la Cazadora quedo anonadada viendo lo que ocurría frente a ella, hasta pensó que podría ser una alucinación por el extremo calor y por la larga caminata en busca del amigo Gruñón de Vicentico.


Era ni más ni menos el Genio de la lata maravillosa que quedo encerrado cuando visitaba una fabrica de refrescos y que ahora ponía sus fabulosos poderes mágicos a quien lo había liberado. Se presento pues ante Diana y le dijo que podía concederle tres deseos en gratitud pero que los pensará muy bien pues serian únicos e irrevocables.


Sin duda la Cazadora sabía muy bien el primer deseo que le pediría al Genio de la lata maravillosa.







Así que sin otra cosa que pudiera obstruir el volver a tener el arco esta se lo pidió al Genio de la lata maravillosa. La lata quedo en el suelo pero Diana la recogió por cualquier cosa sin saber que. El Genio de la lata maravillosa se concentro poniendo sus dos dedos índice en la punta de su mágica nariz y después de un leve esfuerzo por fin Diana la Cazadora tenía en sus manos el anhelado arco que empuñaba con fuerza como la primera vez en el que se lo dieron.




Los deseos restantes si eran de pensarse, pues el arco compensaba casi todo en la vida de Diana.


Ella y el Genio de la lata maravillosa de refresco de cola sonreían de felicidad. Parecía estar David Garrett acompañandoles en ese fantástico momento con melodías de su violín.


El Genio se había convertido ahora en un verdadero acompañante si igual para la Cazadora y a todos lados donde ella iba el podía estar presente.




De vez en cuando el Genio de la lata maravillosa volvía dentro para dormir un rato mientras que Diana pensara en cual seria su siguiente deseo, pero estos serian los que también alejarían a Diana y al Genio para siempre. Una vez concedidos estos el Genio de la lata maravillosa regresaría a su cuento original.

lunes, 23 de enero de 2012

Vicentico "Le ayuda el ermitaño" Capítulo XXI.

El gnomo subió por el camino rocoso de las montañas hacía la cueva del ermitaño Gruñón. Caminando y paso a paso que él daba gritaba ¡Gruñón, Gruñón, Gruñón! pero este no aparecía tan fácilmente por lo mismo de ser un poco antisocial.

Diana la cazadora decidió quedarse a descansar en los verdes prados de las faldas de las montañas, pues la larga caminata la había agotado.


Cuando por fin Vicentico encontró la cueva que era el hogar de Gruñón le contó lo que le había sucedido al estar cerca de la cazadora por más de tres días. Pero el problema real no era ese sino que de ver tan enojada a Diana un shock hizo que olvidara donde guardo el arco que hurto una noche en un bar.


Gruñón gruñía y gruñía como era su costumbre antes de decir claramente algo moviendo la cabeza y levantando los hombros mirando cosas que de verdad pudieran ser importantes.


El Gnomo casi se incaba y suplicaba para ver si Gruñón podía ayudarle. Cuando Gruñón termino de escuchar a Vicentico lo primero que hizo fue darle una buena regañada de su tamaño y después de dejarlo como pelele frente a él le dijo que no sabía ni tenia idea donde pudiera estar escondido el mentado arco pero que si había alguien que de verdad pudiera ayudar sería el gran cebollón. Sin duda el mágico cebollón le ayudaría a Vicentico a recuperarlo y salir librado del enojo de la Cazadora.




Mientras pasaban las horas de aquella búsqueda de Gruñón el verde pasto hacía cosquillitas en las pompis de diana esto y más el calor del día sin ninguna sombra cercana hicieron que Diana se levantara a buscar algo un poco confortable.

Ella llego a la orilla de un camino sin alejarse mucho del lugar donde partió Vicentico a las montañas, mirando de lado a lado quizá y con la suerte de encontrar un 7 eleven sólo veía un largo camino de terracería.

No muy lejos de ella brillaba titilante una lata de refresco cubierta por el polvo del camino. Su curiosidad hizo ir hacía el objeto brillante.

Cuando por fin lo tenia en sus manos lo primero que hizo fue limpiarlo era una lata de refresco cellada y sin fecha de caducidad. Para el calor del día no había de otra más que obedecer el instinto y beber el contenido mientras que el encebollado Gnomo regresaba.

Vicentico bajo corriendo de la cueva de Gruñón y al ver que no estaba Diana pensó que quizá había regresado a buscarlo ella y se imagino otro verdadero desorden en el amado sembradio.

Cada quien estaba tan cerca y tan lejos del mismo lugar

Pero esta vez Diana se llevaría una verdadera sorpresa en su vida que la llenaría de alegría.

sábado, 14 de enero de 2012

Vicentico "No recuerda donde guardo el arco." Capítulo XX.







Todo había transcurrido en plena paz, nunca el Gnomo se imagino que algún día se sintiera con el deseo de amar a alguien. El haber estado compartiendo algunos días en el sembradio con la cazadora hicieron efecto de cupido en Vicentico. Y sin embargo aun el gnomo no sabía explicar bien tan grande sentimiento.



Su manera tan brusca de demostrarlo no le fue tan grata a la cazadora que muy enojada le pedía a gritos que le soltara.



Por fin ya lejos de los brazos de Vicentico la Cazadora soltó de su ronco pecho un grito que retumbo en los oídos del gnomo exigiendo que se le entregara el arco dorado, pues el trato de alguna manera ya había sido concluido. Entre ajos y cebollas las palabrotas de Diana hicieron mella en él . Diana realmente estaba enojada y lo que seguía de eso, esta vez no hacía gestos de el mal olor del gnomo, los aspavientos eran porque ahora si estaba harta de soportar al Gnomo y todo lo que ello implicaba con las adorables cebollas de este y de estar de alguna manera a disposición de un enano regordete que no le gustaba bañarse ni lavarse los dientes.






Vicentico sintió pánico de ver enfrente de él a Diana transformase en energúmeno, las cebollitas de cambray se marchitaron en su mano y sintió como se le partía su minúsculo corazón por la mitad. Quería correr pero estaba estático de miedo apretaba las manos y le sudaban a chorros.















De los nervios no podía hablar ni una palabra, tenía la mirada perdida como en el vídeo de "Thriller" todo un verdadero zombie.



En su mente quería ser una cebolla y que se lo tragara la tierra, pues nadie le había dicho en toda su olorosa vida que lo repugnante que era no bañarse, lavarse la boca y cortarse las uñas.






Diana le tomaba el tiempo y no sabía porque se había quedado como estatua Vicentico, pero ella ya quería su arco. Se fue a sentar en una banca y desde allí saco una bota de la que le dio un fuerte trago para alivianar el mal sabor de boca que a ella le había quedado.



























Con la mirada perdida y casi jugando a las escondidas, el Gnomo buscaba el arco, no recordaba donde lo había escondido la memoria le fallaba como si un virus hubiera entrado a su disco duro. No podía ni voltear a ver a la Cazadora que contaba cada minuto frente a él.



Vicentico le dijo que no recordaba donde estaba escondido el arco pero quería preguntarle a uno de sus mejores amigos y quizá así le pudieran ayudar a encontrarlo. Diana se opuso rotundamente, esta vez no permitiría ningún abuso de confianza y decidió acompañar al gnomo por cualquier cosa si es que este pretendiera fugarse.



No había nadie más de confianza para el Gnomo que el amigo gruñón, aquel ermitaño que vivía en las montañas era la única esperanza de Vicentico. Y así, poder salir de la bronca que tenía encima.






viernes, 23 de diciembre de 2011

Vicentico "Como nunca lo imaginó." Capítulo XIX.

Con el pasar de los días, Vicentico empezó con un sentimiento muy especial por quien nunca jamás se hubiera imaginado. El gnomo veía a Diana cuidar de la tierra, sentía que el amor por la cebollas lo podía compartir con alguien y con ojos de cariño se fue enamorando de la Cazadora.



Un día, de corta jornada el gnomo cantaba y caminaba como pluma que se deja llevar por el viento, todo al rededor de Diana, traía un pequeño ramo de cebollas de cambray escondido detrás de él.



La actitud del gnomo puso de manera extraña a la Cazadora que se reía levemente levantando las cejas y los hombros, mirando al gnomo bailar sobre la yerba que quedaba a las orillas del sembradio.



Súbitamente, Vicentico tomó por la cintura a Diana y la estrecho fuertemente hacía él, como si fuera un costalito de cebollas de las que se acostumbraba a carcar en el hombro. Diana se quedo perpleja, pero más que nada sintió el concentrado olor a cebolla del gnomo que le hacía hacer caras y gestos de nauseas a punto del vomito.








Sin poder decir nada y a falta de fuerzas para poder echar un grito, Diana casi se desmalla del fuerte apretón. Era la hora en la que necesitaba al Caballero de armadura metálica, que en ese momento era bueno para nada, pues no lo veía por allí cerquita.





Vicentico saco todo lo que su encebollado corazón sentia por Diana,


pero ella no pudo ser descortés y sólo le pidió que le bajara y la dejara de abrazar. Con las pocas fuerzas que le quedaron a la Cazadora ella le pidió el arco y que cumpliera la promesa del cual era por lo que estaba ella allí.




Todo eso transcurría en el sembradio, mientras que a muchos kilómetros de allí el Caballero estaba ya en busca de la bella joven que conoció en la gran fiesta. Seria mucha la suerte de este personaje que también Rapunzel soñaba con volver a mirar aquel Caballero de armadura metálica, tan apuesto y galán con quien se paso días baile y baile. Este decidió dejar a Diana con el gnomo pues ya había notado cierta cercanía con la audaz Cazadora. Pensó que en una vuelta por los bosques cercanos estaría de regreso a más tardar al anochecer. Pero de esto Diana no se lo imagino.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Vicentico "No aguanto más" Capítulo XVIII.








Diana y el Gnomo se saludaron de mano, empezaron por la casa quitando la yerba de todo el rededor que había crecido desmedidamente. El Caballero de armadura tomó una pala y se fue al campo dejando a la cazadora con Vicentico que le daba las instrucciones de como hacer para arrancar la yerba.






El día transcurría y poco a poco el sol era un verdugo que castigaba dejándose sentir en pleno cuentolandia. Lo peor, era estar cerca de Vicentico, pues el aroma era un segundo verdugo. El sudor y el aliento a pleno rayo de sol a eso del medio día, eran para cualquier ser vivo como un campo de concentración nazi.
Los mareos empezaron a reblandecer a Diana que sentía que se desmayaba, pero el entusiasmo por ver restablecido el sembradio para finalmente recuperar su arco eran lo que la mantenían viva.



Aquí era cuando Diana extrañaba a su amigo Givenchy.


El remedio infalible podía ser que terminando la jornada el gnomo fuera a darse un buen baño y una gargaras de Astringosol.
Por su parte, al Caballero no le iba de igual forma tan bien. Su traje era un baño sauna, aunque había evitado el aroma del gnomo, él estaba que se derretía dentro de su armadura metálica. Recordaba la vez que en la fiesta conoció a Rapunzel y sabía que estaba cerca de por allí para poder uno de esos días ir junto ella.
Para Vicentico era un día de los acostumbrados bajo el rayo del sol sobre el sembradio de sus adorables cebollas. Él estaba entero, como si nada, mientras que el par de sus compañeros pedían un vaso grande de felicidad y poder disfrutarlo a la sombra de un buen árbol. Vicentico jamás imagino que alguien más compartiera un afecto por las cebollas o por el campo.


Quizá eso era lo que él se imaginaba, pero en realidad los dos personajes no estaban acostumbrados para semejantes tareas. Al final del día mientras Vicentico aún permanecia en el sembradio los dos personajes ya habían salido corriendo sin querer saber nada que tuviera que ver con cebollas, de gnomos, ni de palas y picos.