martes, 27 de septiembre de 2011

Vicentico "Para comerte mejor" Capítulo XV.

La paciencia del Gordolobo Feroz llego a su límite, después de adelgazar unos cuantos kilos se decidió por fin atacar a la indefensa viejecita quien se encontraba un poco distraida buscando su canastita de manzanas.








Tomando fuerzas de lo poco que le quedaba, el Gordolobo se le lanzó por encima de la viejecita, dejándola espalas al piso.








La sorpresa fue absoluta para la viejecita que rodaba entre garras, dientes y un par de ojos desorbitados por el ansia de devorarla.
















Sin más que unos gruñidos del Gordolobo Feroz, la dulce viejecita se atrevió a preguntar: ¿Lobito, por qué tienes esos ojos tan grandotes? y él le contestó: ¡Para verte mejor!








Los deseos del Gordolobo por encajar los colmillos en la arrugada piel comenzaron por tomar una transformación extraña en la dulce viejecita, pues ella se estremecía como si fueran caricias rudas que le gustara recibir.
Aun así, se atrevía más y más a segurir preguntándole al Gordolobo por todo cuanto ella veía. Era tan susceptible la pobre viejecita al feroz ataque que le hacían retorcerse entre los fuertes y notables músculos del Gordolobo. El tan solo ruido del vestido desgarrandose, excitaba por demás a la viejecita que no ponía resistencia a los rudos tratos, pues bien le parecían caricias de un principiante por cuantos mordiscos y rasguños recibía.









El efecto de la transformación fue fulminante cuando los colmillos del Gordolobo llegaron a la yugular.

De esta manera, fue como salio del hechizo en el que se encontraba la Reina de Sadolandia, quien por más de ciento ochenta años vago por el mágico mundo de Cuentolandia, vendiendo manzanas, causando solo lastimas. El Hechizo fue concedido por un duelo de poderes entre hechiceras.






Después de regresar casi, casi, a la vida, la Reina soltó una enorme carcajada de alegría. Sentía haber resucitado del más allá. Pensó que jamás saldría del maléfico hechizo del cual estaba poseída. Sus botas, sus medias de red y todo su atuendo estaba listo para usarlo de nuevo. Se quito de encima al Gordolobo y de un sólo salto se puso de pie agitando su fuete, acariciando los cierres de su mascara de látex, volvió hacerle las mismas preguntas a su salvador.









¿Lobito, por qué tienes esas uñas tan largas? ¡Anda lobito, contestame! ¡Dime!




¿Por qué tienes esos dientes tan grandotes?




Pero el Gordolobo Feroz quedo en Shock, sólo paseaban por encima de su cabeza pájaritos cantando. Exausto y cansado se dío por vencido al último intento de poderse comer a la que parecia tan indefenza y no contesto ninguna pregunta más. Solo así se desplomo hacia atrás cayendo sobre el verde pasto de los alrededores del sembradio del gnomo Vicentico.




La reina de Sadolandia saltaba de felicidad, pues anelaba las noches sin final, escuchando su fuete con los azotes y el dulce sabor de las mordazas que hacian las noches eternas de cielos estrellados con o sin luna.




Al lobito, le agradecio con muchos becitos y le prometio un enorme saco de huesos con carroña. Después de eso, se fue saltando en busca del Marqués de Sade, hacía su reino de donde un día salio convertida en una viejecita chilapastroza.
El gnomo mientras tanto, llenaba su carretilla sacando borrachos de su casa aunque pareciera no terminar. Pero alguién tendría que darle una buena explicación.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Vicentico "Sin parar de reir con Ninel" Capítulo XIV.

Mientras que el Feroz Gordolobo intentaba devorarse a la dulce viejecita a las afueras de la casa del gnomo, éste se comportaba como todo un fiel perrito faldero, pues la viejecita le lanzaba cosas para que el se las devolviera. Realmente los dos no sabían lo que pasaría después.


La fiesta había sido todo un éxito. Diana y el Caballero de armadura metálica nunca se imaginaron que sería tan desbordante comenzar la espera del mentado gnomo. Tampoco podían imaginar que en tres días de los que estuvieron allí ocupando la casa. Vicentico tomó sus previsiones, pensó que no podría estar cargando con el arco por todos lados del sembradio o de los lugares a donde él fuera. Y lo guardo dentro de una caja de madera que enterró a los pies de un gran roble cercano al sembradio.







Vicentico que atravesaba valles y montañas de todo cuentolandia no contó que se le acabara la gasolina de la motocross, así que por lo cual llegó caminado aún sin imaginar lo que pasaba en su casa empezó a ver borrachos que balbuceaban de alegría. Siguió caminando hasta el quicio de la puerta donde veía como se retorcía un Caballero de armadura metálica, que no podía contener la risa al igual que otros tantos que se encontraban dentro de la casa. Confundido y aturdido de tanta risa no sabía que hacer. La calma de su habitual sembradio estaba fuera de control.









A señas logró identificar quién era la que provocaba tanta alegría entre los personajes.







Los ojos del gnomo fueron directo al punto de atención. Era Ninel Conde, la que provocaba tanta algarabía, ella, era la reina de los chistes y estaba a punto de establecer un nuevo record por hacer reír a tanta gente en tan pocas palabras sólo bastaba con decir su nombre.




El amable gnomo no podía al igual que todos dejar de prestar atención a la tan chi-chistosa personalidad de Ninel. Después de un rato, el gnomo y Ninel salieron de la casa, al ver que ella era la única que hablaba y no se reía como todos los demás, podría quizá explicarle qué era lo que sucedía. Ninel tampoco supo el porqué del alboroto. Lo que si sabía es que no podía estar cerca de un gnomo que oliera tanto a cebolla. Ella tan solo quería estar de regreso en su país de origen llamado Telerisa. Por un error de los que a ella se le daban tan frecuentemente, Ninel se perdió y fue como llego a Cuentolandia y de allí a la casa del gnomo.





Ninel se dispuso de aventurera mirando al horizonte. Y Vicentico regresaba a su casa con sus adorables cebollas.