martes, 24 de mayo de 2011

Vicentico "El gnomo y el hada de los aromas" Capítulo VI.

El tiempo paso y poco a poco la tranquilidad del gnomo volvio a él, su angustia habia aparentemente desaparecido. Sus tierras estaban listas para la temporada de lluvias, era ahora lo que esperaba Vicentico, pues las cebollas estarian regadas y él sabia lo bueno de esta temporada en la que era lo mejor del año para el sembradio.








Sin lugar a duda era muy saludable ver feliz al gnomo, todos lo notaban cuando iba y venia del pueblo después de etregar sus pedidos en los restaurantes, llenandolos de costales y costales de cebollas. Vicentico se daba el lujo de vez en cuando hasta de contar algunos chistes y su risa junto con su aroma personal eran demasiado notorios. No habia nada que se comparara con la alegria del buen gnomo y de igual forma no habia nada que pudiera alivianar su inconfundible aroma a cebolla súper concentrado.



En el interior Vicentico realmente esperaba una respuesta, una pista o algo de todos por quien estuvo preguntando sobre aquella persona tan osada que se atrevió a pisotear el sembradio de sus adorables cebollas. Nadie dio nada y pareciera un caso olvidado, con la apariencia exterior de Vicentico de tan radiante alegría, nadie podría pensar en aquel fuerte enojo y grande rencor que guardaba el gnomo. Muy aparte de que la versión nunca se mantuvo en un margen y fue un poco distorsionada.







A excepción de todos los amigos y de todos los que en su camino encontró y preguntó, sólo una continuó la misión que de favor le había encomendado el gnomo. La amiga Massiel, el hada de los aromas. Una tarde después de una buena jornada de trabajo en el sembradio visitó al gnomo. Después de tanto tiempo y sin ninguna respuesta de nadie a Vicentico le brillaron los ojos y no por los destellos del hada mágica sino por que al verle se imagino buenas noticias. Era la sonrisa de oreja a oreja que jamás había tenido Vicentico con sus dientes de color amarillo, el gorro se le levanto de jubilo y las ansías lo desesperaban brincaba sobre sus puntiagudas botitas de gnomo y apretaba furtemente el mango con el que haraba su tierra. Por fin alguien traía noticias de aquella persona, alguien de verdad que nunca se olvido del encargo aquel de su amigo y de haberlo visto sufrir por sus adorables cebollas.



El hada de los aromas no dejaba de moverse de un lado a otro y a Vicentico le sudaban las manos por escuchar a Massiel. Después de tanta algarabía y los dos en calma, Massiel empezo a contar porque es que una persona corría tan aprisa y casi sin importarle por donde pisaba. Resulta que aquella persona no era un cualquier, cualquier, era ni más ni menos que una cazadora de nombre Diana. Corría despavorida detrás de su caballo que muy espantado habia salido por delante de ella y con el fin de cortar camino cruzo sin saber de el hermoso sembradio de cebollas. Por lo regular ella es muy cuidadosa del lugar que pisa, de la tierra y en especial de la naturaleza. Su atuendo es muy sencillo pues lleva siempre un arco y flechas, su ropa fue diseñada por la reconocida diseñadora de modas María Juana y porta una hojita de cannabis como vestido único.



Toda esta información llevo mucho tiempo, pues entre el trabajo de la mágica hada y de recopilar información en el acá y el allá, Massiel tenia la noticia tan esperada por Vicentico. Lo difícil era sólo estar junto a ella, pues era de tierras lejanas más allá de las grandes montañas.

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